La Calle de Córdoba XXI

jueves, 7 de septiembre de 2017

La revolución post burguesa de Macron: Empresa, Negocio y Trabajo

Mientras en España nos entretenemos con la pelea soberana del catalanismo, Macron declara en Francia el fin del soberanismo popular sumiendo a los independentistas catalanes en la mayor paradoja de toda su historia.

Los herederos de la revolución francesa pasan página y abandonan el gorro frigio en el armario del Louvre, y el eje franco–alemán se mueve para crear una nueva Europa donde Macron se perfila ya como el nuevo Napoleón del Imperio Europeo anunciando una profunda reestructuración del Estado Francés.


Dicen los historiadores que Napoleón con su Código Civil francés de 1804 –también llamado  código napoleónico–, consolidó jurídicamente el espíritu “revolucionario” de la burguesía regulando convenientemente el derecho a la propiedad privada en su famoso, y ambiguo, artículo 544.

El nuevo Código Laboral
Siguiendo esta estela Macron acaba de consolidar un nuevo Código Laboral adaptado a los tiempos de la economía financiera global. Así su reforma para impulsar la economía de Francia se centra en la flexibilidad del mercado especulativo abandonando las viejas rigideces de la seguridad laboral, la fijación en los derechos de propiedad y la sacralidad de los contratos.

Así donde Napoleón veía territorios y propiedades, Macron ve ahora empresas y negocios, y esta reforma del Código Laboral pretende liberar de cargas inútiles a las empresas y dotarlas de flexibilidad para mejor alcance de sus fines. De esta forma define Macron cual es el nuevo “ciudadano” francés; la empresa.

El negocio de África
El nuevo Napoleón de la Francia del siglo XXI acaba de sepultar lo que queda de la burguesía del siglo XVIII ante los ojos de una clase media burguesa descarriada y saturada de tanta información inútil, que ni siquiera percibe los acontecimientos más sólidos que se representan abiertamente ante sus ojos. Es la nueva ceguera de la ignorancia estructural.

En su discurso del pasado 29 de agosto en la conferencia de París ante los embajadores de Francia, Macron unía seguridad con desarrollo y marcaba África como «un continente con porvenir» señalando a los diplomáticos franceses que «nuestras empresas, nuestros estudiantes, nuestros investigadores, nuestros artistas deben interesarse en él.»

Señalamiento que moviliza también la política exterior europea toda vez que dijo claramente en su discurso; «La estrategia que quiero poner en marcha consiste en crear un eje integrado entre África, el Mediterráneo y Europa. Eje en el que los Países del Magreb son obviamente nuestros socios privilegiados…»

Las rutas de la necesidad y los caminos de la libertad
La «liberté» es un invento francés que Macron quiere exportar a África cambiando sutilmente las rutas de la necesidad «África–Europa» en caminos de libertad «Europa–África.»

Macron perfila así la visión del nuevo colonialismo Napoleónico. Una visión que no tiene desperdicio cuando dice que «estas rutas de la necesidad deben convertirse en caminos de la libertad, que unan Europa, el Mediterráneo y África. Pues es en África que se juega y mucho el futuro del mundo. Francia ya no podría ser este país postcolonial vacilante entre un magisterio político debilitado y un arrepentimiento malsano: los países de África serán nuestros grandes socios. Y debemos seguir aprendiendo de ellos, como ellos pueden aprender de nosotros. Para alimentar este intercambio, pondré en marcha, en las próximas semanas, un Consejo Presidencial para África, que será una estructura inédita, con la mirada puesta en las expectativas de nuestras juventudes.»

Las tres palancas “D” de Macron
No está claro que los alumnos africanos quieran el pupitre francés, pero no es cosa que le inquiete al maestro Macron, y así se lo hace saber a su profesorado con la lección de las tres “D”; « Este Consejo –dice Macron–, transformará la gobernanza de la política africana agrupando en torno a mí a un grupo de personalidades comprometidas y provenientes de la sociedad civil. África lo ilustra perfectamente: una política exterior, deseosa de restablecer la seguridad, debe activar tres grandes palancas, casi de manera concomitante; estas palancas son lo que llamo hasta cierto punto las tres D, Defensa, Desarrollo y Diplomacia.» Tres “D” que según Macron van a contar con el 0.55% del ingreso nacional «a partir de ahora y hasta 2022.»

Independencia y soberanía abierta al mundo
Pero desde la perspectiva española el discurso de Macron es especialmente revelador; «Se dan cuenta ustedes bien –pregunta Macron a su audiencia–,  la independencia, de la que aquí se habla, no es la de los soberanistas que se refugian detrás de las fronteras que ellos esperan herméticas; la independencia es la que permite hacer que la voz de Francia sea escuchada, que haga valer sus intereses en la escena internacional, la que permite influir en el curso del mundo en lugar de ser su rehén.»

No es la soberanía lo que fundamenta el pensamiento político de Macron, sino su curioso concepto de independencia como “soberanía abierta al mundo.” «La independencia, por fin –afirma Macron–, que permite no ser el esclavo de las hiperpotencias, sino su interlocutor. Por ello el multilateralismo es, en mi opinión, uno de los instrumentos de nuestra independencia. Esta independencia es una soberanía abierta al mundo, y esta soberanía exige, sin embargo, que se enarbole colectivamente cuando los retos exceden el marco nacional.»

Desde la perspectiva de la territorialidad la soberanía de la que habla aquí Macron es incomprensible, sin embargo desde una perspectiva jurídica la independencia se relaciona con la autonomía, y la soberanía se relaciona con el derecho empresarial y mercantil. Consecuentemente una soberanía abierta al mundo se relaciona con un derecho globalizado de traza, evidentemente, francesa. «Deseo que la tradición jurídica francesa, que varios de entre ustedes en esta sala llevan consigo –afirma Macron bajo el mantra de la seguridad–, pueda ser no sólo plenamente reconocida ─lo que ya sucede de manera muy amplia─ sino también que pueda influir en todos nuestros socios quienes, a veces, toman otras vías o podrían extraviarse ante esta verdadera amenaza.»


Macron el seductor y su fuente de atractividad
Pero para Macron toda amenaza es también una oportunidad y que se gaste importantes sumas de dinero en maquillaje no es un asunto baladí, ni tan siquiera puede enmarcarse dentro de la mentalidad gala de «la grandeur» que convierte a los presidentes de la Republica Francesa en pomposos reyes sin corona y a galope equestre. Nada de eso.

Lejos de las patologías de Napoleón, Macron se define como un seductor, «no hay influencia sin poder de atracción» le dice a los diplomáticos de Francia en su discurso de fin de agosto, y concreta; «La primera fuente de atractividad es sin duda alguna la economía.»

«En efecto –continua–, esta fuente de atractividad que es nuestra economía, debemos seguir desarrollándola porque es un atributo de la potencia y porque es una prioridad de la acción diplomática.» Para luego concretar muy claramente la función de la política exterior; «Esta diplomacia comienza por un mayor esfuerzo para ayudar a nuestras pymes a instalarse en los mercados de los países en donde representan ustedes a Francia… Las estrategias industriales y financieras adoptadas por los grandes fondos soberanos son también una realidad fuertemente inscrita en el paisaje de esta diplomacia económica.»

Turismo y estudiantes
Macron quiere 100 millones de turistas en Francia desde ya, lo que, sin duda, debe de afectar a la estabilidad del sector en España. Pero además dentro de esa nueva “diplomacia económica” Macron habla de “diplomacia estudiantil” y pone cono objetivo aumentar considerablemente el número de estudiantes extranjeros en las universidades francesas; «Lo que es bueno para Francia, para los jóvenes y los estudiantes franceses, es bueno para su atractividad internacional y esta es la etapa indispensable que el Gobierno está asumiendo… Los países del espacio francófono deben enviar aún más estudiantes a Francia, en particular en el nivel de maestría y doctorado como sabe hacerlo por ejemplo América Latina.»

Seducir es conocer
El seductor Macron sabe bien que la seducción no es solo apariencia, sino que requiere de conocimiento; «Francia sólo será atractiva si influye en las reglas que prevalecen a escala internacional…», dice Macron a sus diplomáticos y especifica; «Hay múltiples cambios en el plano económico, industrial, tecnológico, que van a impactar profundamente en nuestras vidas, en nuestras capacidades para innovar, para producir, y que van a impactar en la vida diaria la relación con lo secreto y las libertades individuales…. Todos estos cambios traerán convulsiones profundas que afectarán la bioética, las libertades individuales y nuestros derechos fundamentales.»

España sin atractivo
El rumbo de Francia difiere considerablemente de la incolora, inodora e insípida hoja de ruta que el partido del gobierno español apenas esboza para el futuro de España. El problema es que tampoco se atisba gran entusiasmo seductor en la oposición, con un país en permanente naufragio en las distopicas aguas que continuamente emergen en España desde la injusticia de Granada hasta la independencia de Cataluña, pasando por una corrupción sistémica considerable que repercute sobre la ineficiencia estructural de las instituciones.

¡Empresa, Negocio y Trabajo!
Pero el programa económico de Macron establece también tanto una reforma de la política fiscal como una reestructuración del gasto público. De un lado limita al 30% la tasa impositiva a los ingresos de capital, y elimina el impuesto a la riqueza sobre activos que no sean inmobiliarios al objeto de incentivar el emprendimiento y la innovación sobre las rentas inmobiliarias. Una forma útil de contrarrestar la formación de las burbujas especulativas de los bienes raíces.

En el frente del gasto público Macron no ha revelado todavía su color, aunque su equipo parece que está focalizado en las reformas de los años 1990 realizadas en Canadá y Suecia, lo que indica una política de gasto público de tipo Keynesiano combinado con una importante reducción de la multiplicidad de estratos administrativos de la burocracia francesa.

Está claro que la visión de Macron no es territorial, sino económica, lo que tiene sus consecuencias en el lastre de la soberanía representada en el resurgimiento de los nacionalismos. Macron no solo ganó a Le Pen, sino que trata de reformar los viejos fundamentos del espíritu burgués mediante un nuevo paradigma de pensamiento político centrado en la eficiencia dinámica de la economía; “Empresa, Negocio y Trabajo.”
 ©170907 PACO MUÑOZ

NOTA


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